“Para los antiguos mexicanos, la oposición entre muerte y vida
no era tan absoluta como para nosotros. La vida se
prolongaba en la muerte. Y a la inversa, la muerte no era el fin
natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito. Vida, muerte y
resurrección eran estadios de un proceso cósmico, que se
repetía insaciable”.
(Paz, Octavio. "Todos Santos, Día de Muertos".
El laberinto de la
soledad. México:
Ediciones Cuadernos Americanos, 1950).
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